Una de las cosas más ricas de
vivir en Santiago no es Santiago en sí, sino la cercanía que tiene con la
maravillosa costa que presenta el litoral central. En más menos una hora se
puede estar disfrutando de la playa, el puerto, los cerros y toda la buena onda
que implica vivir a orillas del mar. Nada más rico que saber que puedes comer
pescados y mariscos súper frescos disfrutando de una vista increíble, mientras
el aire marino revitaliza los pulmones cansados de tanta contaminación.
Motivadísimos con esta idea, con un grupo de amigos planeamos una visita
express para cambiar de aire, compartir y pasarlo chancho. Vistas a la playa,
conversaciones variadas, caminatas por el cerro y hasta un par de bailes
marcaron el improvisado paseo. Pero aterrizando a lo que nos reúne en este blog,
quiero comentar nuestro almuerzo en un restoracillo del puerto principal. En un
principio queríamos ir a uno que de verdad es buenísimo llamado Pasta e Vino (http://www.pastaevinoristorante.cl/),
pero con nuestra suerte era el único restaurant de todo el Cerro Concepción que
estaba cerrado! Así a vagabundeando por ahí, nos encontramos con un mozo en la
mitad de la calle que nos recomendó y escoltó a Il Paparazzo (Papudo 424, Cerro
Concepción, Valparaíso). De hecho, tengo que señalar que es una buena medida que alguien te
comete y te guíe hasta el lugar, ya que queda en un rincón bastante escondido…casi
esperando a ser descubierto. La carta tiene una línea marcada principalmente
por sabores mediterráneos, fusionados con toques mestizos de estilo peruano. De
hecho, me llamó inmediatamente la atención el ceviche peruano. La corvina
estaba fresquísima, el aliño como lo esperaba y los camotes con su dulzor
característico. Quedé súper contenta. Otros amigos pidieron una tabla que traía
unas brochetas de pollo, carne y cerdo (no muy buenas, un poco resecas) yuca,
salsas y un par de bruschettas de prosciutto que estaban exquisitas. Mi gordo
pidió un entrecot con puré de pallares (porotos) que según su paladar gourmet
estaba bueno. Llegó al punto de cocción que lo pidió y el puré de pallares daba
un twist al clásico acompañamiento de papas. Lo que más me gustó lejos es la
ambientación y decoración. Una casona antigua con cielos altos y piso de madera
en tonos oscuros, que contrarrestaban de manera armónica con tapices de diseños
contemporáneos y candelabros de lágrimas de corte romántico…Love them! En fin. Es
un lugar cálido y recomendable para probar platos de toques vanguardistas en
medio del ambiente patrimonial e histórico que entregan los cerros de
Valparaíso.
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